Un monumento para la historia

Juan Bravo y Ana Isabel Zurdo inauguran la estatua de la reina Isabel La Católica

17 nov 2018 / 11:14 H.

Conmemorar una fecha histórica”. Así empezó Juan Bravo, alcalde de Mengíbar, el discurso de inauguración de una de los monumentos más destacados que acompañará a los mengibareños en una de las plazas más emblemáticas del municipio: la imagen de la reina Isabel La Católica con motivo de la escala que hizo su cortejo fúnebre el 12 de diciembre de 1504, cuando se dirigía a Granada tras su fallecimiento en Medina del Campo, donde fue enterrada. Una bella figura, que recrea un importante y especial momento de la historia de Mengíbar, que se sitúa en la Plaza del Sol, junto a la iglesia de San Pedro Apóstol. Precisamente el lugar donde se veló el féretro cuando la comitiva tuvo que interrumpir su camino a causa de una fuerte tormenta y resguardarse hasta que llegase la calma. Este hecho histórico, además, fue un auténtico acontecimiento para la vida de la villa mengibareña y, de hecho, para conmemorarlo De la Cuadra Salcedo y su Ruta Quetzal recrearon aquel paso hace unos años, además de varias interpretaciones de cómo debió ser aquel paseo desde la orilla del río hasta la iglesia. Un acto emotivo al que asistió el máximo representante del pueblo jiennense, Juan Bravo; así como la alcaldesa de Madrigal de las Torres (pueblo hermanado con Mengíbar y en el que nació la reina Isabel La Católica), Ana Isabel Zurdo, así como varios concejales de los ayuntamientos de ambas ciudades; Antonio Lara, párroco de la iglesia de San Pedro Apóstol, y todos aquellos vecinos que no quisieron perderse este momento tan relevante para el municipio. Ambos alcaldes fueron los encargados de descubrir la estatua de la reina Isabel y mostrarla por primera vez al público. Tras ello, Ana Isabel Zurdo hizo entrega de un cuadro de la reina Isabel La Católica a Bravo, un regalo con el que la alcaldesa abulense quiso demostrar su apreciación y alegría con la recién hermandad entre ambas ciudades. Un momento de alegría y orgullo que supuso, también, el broche dorado para el primer día de las fiestas medievales.