Mucho arte en el paisaje y el paisanaje torreños

Un patrimonio espectacular y toda la simpatía del mundo conviven bajo un cielo que puede tocarse con la mano

15 dic 2017 / 09:36 H.

Para todos los gustos tiene “colores” Torre del Albanchez, uno de esos municipios que, de haber sido accesible a los viajeros románticos, estaría hoy en las guías del mundo como punto de destino imprescindible. Y es que con esas vistas que se gasta, con esos alrededores que la arropan, pobre de quien pase por la vida sin conocer este pueblo.

Vértices, picos, montes, manantiales, una flora espectacular y una fauna sorprendente... Caminar sobre suelo torreño es un deleite para los cinco sentidos, que los amantes de la naturaleza saben bien. En pleno casco urbano, a espaldas de la iglesia parroquial, la generosidad de este municipio pasa de castaño a oscuro con un mirador que quita el hipo sobre un valle que surcan el Guadalimar y el Onsares.

Pero no solo ellos, que a Torres de Albanchez le rebosa patrimonio histórico artístico como para mantenerle los párpados inmóviles al más pintado de los diletantes. Un catálogo que tiene en el templo de Nuestra Señora de la Presentación —del XVI— todo un emblema, con esos contrafuertes exteriores que impresionan a quienes gustan de paladear la arquitectura. No menos interesante son los restos de la Casa del Mayorazgo, de la misma centuria que la iglesia y que, en su día, dieron acceso a un inmueble señorial que mereció la atención del mismísimo cronista Cazabán en su imprescindible publicación mensual “Don Lope de Sosa”. Todo ello, junto con la llamada Torre Fuerte —torreón de mampostería, propio de la Encomienda de Santiago, en tiempos del célebre y elegíaco maestre Rodrigo Manrique—, dotan a los torreños de un itinerario monumental de indudable importancia. Ellos lo saben.

Por su parte, los aficionados a la caza encuentran, en los alrededores de Torres de Albanchez, un paraíso cinegético de modalidad mayor, donde los ciervos campan a sus anchas. Y para quienes apuestan por la fiesta, el calendario de celebraciones de este pueblo de la sierra de Segura no decepciona, desde luego que no. Entre ellos, el 8 de agosto, una festividad dedicada a la patrona, la Virgen del Campo, en la que los torreños se vuelcan, lo mismo que en las lumbres de La Candelaria —en febrero— y en las de San Antón, días antes; también el evangelista San Marcos es depositario de la devoción de este lugar, santo al que festejan en abril y que, como todas estas celebraciones locales, tiene en la Asociación de Mujeres Nuestra Señora de la Presentación uno de sus grandes apoyos.

Un grupo de teatro, un Centro Guadalinfo, una Escuela de Adultos, un gimnasio, clases de zumba y deportes como voleibol y pádel —que los lugareños practican en las pistas que el pueblo posee— complementan la oferta formativa, cultural y de ocio de la que gozan los habitantes de Torres de Albanchez.

Se quejan los vecinos de que hay pocos niños y de que los jóvenes emigran en busca de mejores perspectivas de futuro, un mal que aqueja a muchos municipios a los que no les basta la belleza para retener a sus hijos.