Poética geometría de la sencillez

El municipio conserva prácticamente intacta la herencia urbanística recibida del siglo XVIII

29 nov 2017 / 08:58 H.

H¡ja del Fuero, a sus doscientos cincuenta años de edad conserva todavía Aldeaquemada la belleza sencilla de sus formas, esa elegancia dieciochesca que aún la recorre, de parte a parte, como la franja de oro —alegoría de la Ilustración— que cruza su bandera, verde de hoja de madroño. Hermosa estatua viva recostada cuyo cuerpo —¡qué olor a campo y leña!— lleva la firma luminosa del mejor Olavide, Pigmalión de estas tierras rescatadas del cincel del olvido, prehistóricas veredas de huida y emboscada. La poética geometría de la simplicidad, esa dificilísima manera de asomarse a los ojos, de ser visto, aquí es postura innata, cotidiano ademán con que este pueblo moldea la costumbre de mirarlo, lo mismo que las piezas de Ceprián, aldeano del mundo y por el mundo, plástico embajador de estos lugares soñados por el Siglo de las Luces. Circundada de olivos y de encinas, con su plaza hermosísima —donde quedar con nadie, si hace falta— ¿Puede alguien, con un paisaje así, con ese nombre, pasar de largo por Aldeaquemada?
Según los rótulos de sus fachadas, el edificio de reciente construcción que se levanta en la calle Blas Infante es el Centro de Interpretación Pablo de Olavide, pero en realidad no es sino la “sucursal” urbana del gran museo de arte prehistórico del que Aldeaquemada puede presumir a boca llena, por cantidad y por calidad. Y es que hasta el catálogo de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco incluye pinturas rupestres de la zona, de tan sobresalientes en su trazo y bien conservadas como se muestran. Mérito de un pueblo que mima un legado inmemorial que, junto con su historia colonizadora, ponen al municipio en el “Guinnes de lugares de interés”.

Otro catálogo, el de los monumentos naturales, tiene en territorio aldeano tres excepcionales ejemplos: La Cimbarra, El Cimbarrillo y el Negrillo, a los que hay que ir para comprender cómo de generosa fue la Creación con estos espacios, en los que es fácil cruzarse con un ciervo, otear un águila en pleno vuelo o —si la sequía no lo impide—, sobrecogerse ante el espectáculo de una inmensa catarata.

Todo esto, en paneles, fotografías, audiovisuales y la recreación de una cueva prehistórica de gran realismo —diorama incluido— forma parte de la oferta cultural de este museo del que los visitantes, en palabras de Felicidad Núñez, monitora y guía del centro, “se van encantados”.

Por su parte, el Ayuntamiento anda enfrascado, a día de hoy, en la puesta a punto de La Dehesa, finca municipal de casi dos mil hectáreas que está llamada a ser punto de recepción de viajeros, y de partida, para que conozcan las riquezas patrimoniales, culturales y gastronómicas de Aldeaquemada. El pueblo, en sí mismo, en todo singularidad y uno de los ejemplos más claros del universo colonizador de la Ilustración. Calles rectas, paralelas a las filas vegetales que, inmóviles vecinos, pueblan también las afueras.

El carácter hospitalario de los aldeanos tiene reflejo internacional en su hermanamiento con el municipio italiano de Prizzi; una forma de ser fácil de comprobar con una visita al pueblo, de la que se sale más que satisfecho. Y no solo por el buen trato de sus vecinos, que conocen las tentaciones más “terribles” para no dejar marchar —léanse gachamigos, roscas de San Antón, hornazos...—; su plaza principal, hoy dedicada a una vecina enamorada de su patria chica, es una preciosa conjunción de tonos, donde el ladrillo visto y la piedra de la iglesia de la Inmaculada, patrona de Aldeaquemada, y el antiguo Pósito —hoy Ayuntamiento, ambos del XVIII— capitalizan el espacio, sobre cuyos edificios se asoman los paisajes las fértiles afueras.

Una activa asociación de mujeres, Luna, dinamiza la vida del municipio, que “no para” en Navidad, Carnaval, San Miguel, cuando la fiesta es protagonista y los emigrados del pueblo —muchos de ellos, hoy en día, residentes en la ciudad vasca de Llodio— regresan para no perder sus raíces y disfrutar de la manera que la sangre prefiere, con los suyos.