“Su poesía está en el deseo de formación”

Luis García Montero

23 ago 2017 / 10:48 H.

Luis García Montero, uno de los referentes dentro de la poesía de la experiencia y uno de los precursores de la conocida como “La otra sentimentalidad”, presentó ayer uno de los cursos de verano ofertados por la UNIA en su sede Antonio Machado sobre la vida y la poesía del poeta Miguel Hernández, bajo el título de “Que tenemos que hablar de muchas cosas: Miguel Hernández, la poesía y nosotros”.

—¿Qué se busca con cursos literarios como estos?

—En estos cursos nos convocamos para hablar de poesía, de lo que nos aporta la herencia poética y del sentido de la poesía en nuestra sociedad. Siempre tenemos un asunto de partida que, en este caso, es Miguel Hernández. Lo hicimos así porque es un grandísimo poeta y porque, este año, se recuerda los 75 años cumplidos desde su muerte. Me emociona la apuesta que ha hecho Jaén de trasladar sus fondos a Quesada, el pueblo de su mujer.

—Esta jornada también contócon un taller. ¿Qué se hizo?

—Con él lo que pretendimos fue que lo alumnos se integraran, no solo asistiendo como público, sino que también pudieran ofrecer la muestra de su poesía literaria.

—¿Qué supuso la figura de Hernández en Andalucía?

—Miguel Hernández es un gran poeta y, afortunadamente, uno de los signos de identidad de Andalucía es la poesía. La poesía del siglo XX ha estado marcada por un potente carácter andaluz de la herencia de Gustavo Adolfo Bécquer que quedó plasmada en Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, autores de la Generación del 27... Y como Miguel Hernández es uno de los poetas más importantes del siglo XX, la impotancia de él en Andalucía es la misma que puede tener Paul Verlaine en Francia.

—¿Qué caracteriza a la poesía de Miguel Hernández?

—Su poesía está en el deseo de formación. Hernández nació en unas circunstancias muy especiales, no tuvo una educación convencional y él decidió ser poeta. Decidió hacerse “perito en lunas”, tal y como se titula su primer libro. Lo que hizo fue estudiar los estilos de la poesía y escribir, imitar a poetas, seguir las huellas de la Generación del 27. Un afán por estudiar que lo acompaña hasta el final de sus días como escritor, donde presenta unas composiciones con bocetos, análisis... Él tenía, sobre todo, muchas ganas de aprender, de ir avanzando en su evolución poética con una maestría de los estilos.

—¿Qué semejanzas tiene su poesía con la de Hernández?

—Yo, en mi formación, leí a este escritor, un referente. No solo en la poética, sino también en mi formación ética. Para mí, hacer poesía no es hacer endecasílabos perfectos. La técnica es importante, pero yo empecé a escribir y a estudiar filología porque creía que la literatura y la poesía son modos de transformar la realidad y de comprometerme con mi tiempo y mi sociedad. Y ahí es donde está el magisterio de Miguel Hernández. Recuerdo cuando me estaba formando en Granada junto a Javier Egea y estábamos poniendo en marcha “La otra sentimentalidad”, fuimos de la mano del “Cancionero y Romancero de Ausencias”.

—Usted es una de las figuras paradigmáticas de la poesía de la experiencia. ¿Cómo de extendida está esta voz en España?

—La poesía es muy rica y en ella caben muchos matices, y todos son necesarios porque nos ensanchan el horizonte. Yo pertenezco a una tradición que sigue a Antonio Machado y es la del poeta ciudadano. Un poeta que no es hijo de dioses ni un profeta, sino que es un hombre que acude a su trabajo. Por otra parte, creo que el lenguaje de la poesía no debe ser la invención de un dialecto raro, sino que debe ser la utilización, más personal posible, del lenguaje de todos. Los que consigue Hernández en libros como “El hombre acecha”. En las generaciones hay cambios, la mía luchó por el lenguaje. Ahora se está produciendo un fenómeno en las redes sociales, que se están usando para dar testimonios de la dignidad humana.

—¿Qué espacio queda para las vanguardias en un país que se centra en la poesía realista?

—Hay gente que cultiva una lectura del surrealismo y de la vanguardia. Lo que pasa es que estamos a principios del siglo XXI, y los vanguardistas eran modernos a principios del XX. Creo que hay distancia histórica para reconocer el aporte que estas vanguardias hicieron al mundo del arte y de la literatura, pero no hay que repetir lo que hacían a finales del siglo XIX.