“Vamos a cambiar la ley”

Habla el último vecino de Cazalilla que se llevó la pava a su casa

06 feb 2016 / 10:57 H.

Me alegro de que hubiera tantos guardias civiles, porque evitaron que ocurriera algo; pero es una barbaridad tanta seguridad y tanta repercusión mediática por una tradición de un pueblo tan pequeño, que no le hace daño a nadie y, menos aún, al animal. Pero vamos a conseguir cambiar la ley, para que nos permitan disfrutar con algo que nos gusta y que es un orgullo”. Es la reflexión de Francisco José Lorente González, 40 años, vecino de Cazalilla que, por el momento, es el último que se llevó a su casa la pava que, según la tradición, debe de lanzarse desde el campanario de la iglesia, cada 3 de febrero, al terminar la procesión de San Blas. Su “título” cobra más importancia entre sus vecinos después de que este año, por primera vez en la historia, haya sido imposible cumplir con esta costumbre.

“Se intentó, pero el Obispado cerró la puerta del campanario. Muy bien, veremos a ver que pasa cuando pidan dinero para restaurar el templo. Hasta ahora, ha salido del bolsillo de los cazalilleros y del Ayuntamiento, que aportó lo que pudo”, reconoce. El ave con la que se hizo, después de saltar por los tejados, la bautizó como Luna; el nombre se le ocurrió a uno de sus hijos, ya tiene dos años y estrena “domicilio”. La mudanza se precipitó cuando comprobaron que en el gallinero donde estaba instalada entraba un zorro. Ahora está más segura, dice orgulloso. “Se morirá de vieja”, aclara, como todos los ciudadanos de este pequeño municipio. “Se me ponen los pelos de punta solo de recordarlo. Para quien haya nacido aquí, y también en los alrededores, es algo muy grande, muy bonito”, sostiene. Sobre la controversia generada por el posible daño a la gallinácea, argumenta: “Ni los animalistas de Pacma ni ningún otro ha venido aquí a ver cómo se vive la fiesta, a compartirla con nosotros. Simplemente, nos denuncian y nos ponen verdes por ahí. ¿Es que un psicólogo puede demostrar que la pava sufre estrés? Es una barbaridad de lo que nos acusan. Además, el año pasado vinieron a provocar, a matarla, para echarnos la culpa”. “En mis 40 años de vida, nunca he visto que a una pava se le hiciera daño. No sé, quizás hace cien años o en otros tiempo, la cogieran por necesidad, para comer, pero aquí vivimos bien, nadie se hace con ella por maldad. Siempre se elige antes a la que más vuele y menos pese. El otro día (el pasado San Blas), se nos quedó una cara... me dije a mí mismo, vámonos a la casa, que ya se ha acabado la feria”, recuerda.

Este cazalillero anuncia que van a defender el lanzamiento de la pava con las mismas armas que, por el momento, lo han frenado, las leyes. “Vamos a recoger firmas y explicar que es una seña de identidad que no le hace mal a nadie”, anuncia e invita a cualquiera a preguntar a otros vecinos, que llevan con su pava desde hace más de una década, como Juan Rivas. Sobre si el año que viene se arrojará el ave, opina: “Yo creo que sí, desde algún sitio se conseguirá”.

“Temía que me hicieran algo los animalistas”
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Un vecino de Villargordo, núcleo que pertenece al municipio de Villatorres, puede decir que es el último que se hizo con la pava lanzada desde el campanario de Cazalilla. Se llama David Cañas Moreno. A su pesar, se hizo famoso, ya que, el pasado año, la tradición acabó a tortas, algo insólito. Animalistas “infiltrados” trataron de boicotear el festejo, según el relato de los vecinos. El villargordeño lo vio con sus propios ojos. “Pensé que me iban a hacer algo, me dio miedo porque fue tenso; igual que este año, que también estuve en Cazalilla”, aclara. El animal ya no está con él, lo dio a otro vecino ante la imposibilidad de mantenerlo, pero sostiene que, el tiempo que estuvo en su casa, lo trató lo mejor posible. “No entiendo tanta polémica, la verdad”, reflexiona.