¿A quién le interesa el fango?

08 may 2024 / 08:54 H.
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Durante estos días, la palabra más repetida por todos los políticos ha sido “fango”, al que se refería Pedro Sánchez en su carta a la ciudadanía. Concretamente, el presidente se refería a la “máquina del fango”, ese concepto que utilizó el escritor italiano Umberto Eco para referirse a una estrategia política consistente en deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas. En este articulo trataré de dar mi opinión sobre los intereses que se esconden detrás de esta forma de entender la política. Deberíamos hacernos varias preguntas clave ¿Todos los políticos son iguales? ¿A quién le interesa esta estrategia política? ¿Quién pierde y quien gana con todo este ambiente de crispación y enredo?

Si hacemos un poco de historia, esta estrategia política fue acuñada por primera vez en España por Aznar, resumida en su mítica frase “váyase, señor González”. Esa misma crispación volvió a instalarse con Zapatero en el poder, al que llamaron Bambi cuando reivindicaba aquello de “las formas son el fondo en la política” o “a cada insulto una propuesta”. Ahora la crispación, la manipulación, el insulto fácil, la tensión, y la falsedad se han vuelto a instalar en el debate político, amplificado todo ello por los nuevos instrumentos de información que nos brinda la sociedad en red. Las redes sociales y la proliferación de espacios de comunicación en las redes multiplican y refuerzan esa capacidad de difundir información de manera masiva y su impacto va mucho más allá que la influencia clásica de los denominados medios de comunicación de masas del siglo XX.

Lo que hace fuerte una democracia es un debate político centrado en ideas y propuestas. Las instituciones democráticas están diseñadas para hacer de la palabra, la razón y la justicia los ingredientes de la acción pública en los tres poderes del Estado. Pero qué ocurriría si esas ideas y esas propuestas resultan impopulares.

Los populismos se nutren de antidemócratas y se construyen sobre esa base de la deslegitimación de la política, sus instituciones y sus líderes y así es como la extrema derecha fundamentalmente se alimenta. ¿Qué pasaría si la gente conociera realmente los postulados de Vox y las acciones y leyes que harían si llegaran al poder? ¿Habría ganado el derechista argentino Milei las elecciones en su país si, en lugar de hacer actos estrafalarios en contra de todo, hubiera informado que su llegada al poder se iba a traducir en despido masivo de funcionarios públicos, desmantelamiento de servicios esenciales, recorte de libertades, devaluación de la moneda y subida de precios, etcétera? ¿Ganaría Vox apoyo en sectores populares que ahora les votan si le explicaran que recortarían el salario mínimo y las prestaciones sociales de las que muchos de ellos viven, incluidas las subvenciones del campo, que tanto parecen preocuparles? Está claro que no y por eso huyen del debate de las ideas y lo sustituyen por la manipulación y el insulto fácil. Sólo así pueden ganar.

El juego de la crispación, la mentira y el manido “fango” interesa fundamentalmente a quienes son conscientes de que sus propuestas no generan apoyo en la mayoría social porque defienden medidas y políticas impopulares. Quienes no creen en el juego limpio de la democracia huyen de esta forma de hacer política, en cambio, los auténticos demócratas y quienes creen en la legitimidad de sus propuestas y acciones son quienes no necesitan insultar ni manipular para ganar apoyo.

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