Delitos de odio

Nuestros políticos han puesto de moda hablar de “delitos de odio” para silenciar a quienes se rebelen contra los graves problemas de educación y de conflictiva convivencia social que se están alimentando desde arriba. Ciertamente desde hace ya muchos años se percibe un gran interés en fragmentar y en dividir ideológicamente a los españoles. A las gentes de bien. Gran interés en construir falsos relatos históricos de nuestro pasado y en disfrazar de democráticos comportamientos obscenos de nuestro presente. ¡Confundir a las víctimas con los verdugos y aplicar la ley de modo sectario e interesado no deben calificarse nunca ni de justos ni de democráticos! Justificar el terrorismo o la violencia para alcanzar cualquier objetivo político debería ser siempre repugnante y delictivo. ¡Qué difícil se lo estamos poniendo a las personas más trabajadoras, sencillas, pacifistas, honestas y apolíticas! ¿Es ejemplarizante gobernar al albur de un prófugo de la justicia? Estamos sobrados de delitos de odio. ¡Y de una minoría de personajes amorales y sin escrúpulos, que se aferran al poder para mantener privilegios y prebendas que ellos mismos se autoconceden! Demasiado independentismo de consumo para esquilmar al contribuyente. Soberbios odiadores que, desde los alcázares de la miseria, se suben sus sueldos y blindan sus discriminadoras pensiones vitalicias.