El vacío

En tiempos como estos, vivir aferrados al presente sea quizá más lógico que aferrarse a la idea de un futuro mejor que desconocemos. Hemos inaugurado un año nuevo y siempre pensamos que cada tiempo esperado será mejor que el actual, o anhelamos la idea de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Puede que sea así o que incluso volvamos la vista atrás y queramos retomar la vida donde la dejamos, en otra etapa de nuestra vida más feliz, deseando así épocas venideras mejores. ¡La felicidad! Tan querida por todos y tan huérfana de gente. Dudas existenciales las podemos tener todos a lo largo de nuestra existencia pues, si nos conformamos con vivir una vida normal como seres normales en un mundo anormal, algo falla. Y es que no somos seres normales. Nadie lo es y hasta nuestras diferencias se unen en una misma sintonía. En un mundo anormal donde hay más pobreza que comida, por ende, más hambre que paz, algo falla. Pero hay un hambre que devora mucho más rápido que cualquier hambre: el vacío. Cuando se siente es necesario pararse un momento y calmar esa sensación con un pensamiento positivo. El vacío es un enemigo feroz que nos come lentamente pero, ante un mundo caótico, el vacío es una respuesta previsible y necesaria.