Enfermos de política

16 feb 2024 / 09:58 H.
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Me apropio, como título, de estas palabras de Luis Landero en una entrevista con motivo de la presentación de su última novela. La política nos ha invadido de una forma tal que impregna conversaciones, posturas, miradas y reuniones sin que sea posible desligarse de ella. Y ello no solo ocurre entre ciudadanos “rasos” sino que está adherida a los medios de comunicación, a las tertulias, noticiarios televisivos, de radio, etcétera. “Se opina mucho y se piensa poco”, otra de las aseveraciones de Landero con la que no solo estoy de acuerdo, sino que aplaudo por si acaso el eco de su voz —suena a canción romántica— pudiera servir, amplificado, para poner un cierto orden en ese maremágnum en que vivimos.

Con las peculiares tendencias que tiene la política actual consistentes en negar repetidamente cualquier aspecto a discutir para pasar a defenderlo con uñas y dientes a los pocos días, el ciudadano o bien no sabe qué pensar o, lo que es peor, se apunta al río que más suena y pasa de estar de acuerdo con la negación a opinar que lo mejor que podía pasar es que se legisle lo contrario a lo anteriormente denostado. Y todo ello sin más sustento que la ideología, otro de los pilares de esta política ficción que nos rodea. Hay ocasiones en que, al sintonizar la televisión, con sólo ver la cara de uno de los opinadores que saben de todo ya intuyes si está en contra o a favor de lo discutido. Y el quid de la cuestión es que si sabes a qué partido pertenece su adscripción ya puedes estar seguro de que aplaudirá a muerte la propuesta de los “suyos” y pisoteará sin piedad cualquier otra posibilidad de soluciones a tal o cual problema.

Las cúpulas de los partidos, el Gobierno y sus muchos adláteres desayunan habitualmente con un plato especial: el argumentario. Es deliciosamente patético observar cómo, ante cualquier circunstancia susceptible de controversia, una riada de ministros, cargos varios, periodistas de la misma cuerda o, incluso, opinadores de tres al cuarto, salen en tromba para defender la sacrosanta opinión de la “autoridad competente” sin que rubor alguno les haga atascarse en sus palabras, aunque estén defendiendo lo indefendible. Lamentablemente se olvida a menudo que la política debería ser una herramienta para vivir mejor todos independientemente de las ideologías, pero se usa de diferente modo y “en exceso”. Ya decía Ortega que el abusar de la política nos lleva al embrutecimiento. Y, en este sentido, ¿nos quedan auténticos referentes intelectuales? Cuando preguntas y respuestas se dan en Twitter (X) o en Tik Tok, el desastre está servido.

¿Nos habremos equivocado de camino? Sin duda estamos “enfermos de política” aunque el diagnóstico varía mucho según el especialista que lo firme. Y más complicado aún es acertar con la medicación que nos acerque a la curación. Muy difícil es enfrentarse a la realidad con unas gafas oscuras con el logo del partido y que solo te enseñan el lado deseado. Lo bueno, siempre, es estereoscópico, estereofónico y tridimensional.

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