La “caidita”

    16 oct 2025 / 08:34 H.
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    Medio en serio, medio en broma, el genial Chiquito de la Calzada nos hizo sonreír con aquello de la “caidita” del Imperio Romano. Detrás de la sorna suponemos que pretendía hacernos reflexionar sobre la tan debatida cuestión de la relajación de los principios éticos de la civilización judeo-cristiana, con la consiguiente exclusión de nuestras vidas y su sustitución por valores exclusivamente materiales, de bienestar, sin más exigencia que pasarlo bien, esforzarse poco y romper cualquier atadura que evite la desvergüenza. O sea, que cada cual haga lo que le parezca. Reflexionemos, pues, con el tentador ofrecimiento de nuestro humorista. Es imposible tratar de este asunto obviando lo religioso. En todo tiempo, por lo menos hasta ahora, la moral forma parte del andamiaje de los principios de la fe, en cualquiera de las religiones. No se pueden dictaminar guías de referencia o de cumplimiento, sin estar apoyadas en los credos correspondientes.

    Negar la evolución de la especie y de las culturas sería ilógico a estas alturas. Hay que admitir que las civilizaciones intentan adaptarse a las circunstancias de cada momento, ya sean de esplendor o de decadencia. Y aquí llegamos al planteamiento de hoy: ¿Hay que renunciar a todo lo que nos ha precedido? ¿Es mejor lo que viene que lo que se fue? ¿Hay que despreciar todo lo que tenga que ver con la religión, con la moral? En ésta y otras extensas zonas de la Tierra el Cristianismo, durante siglos, ha coadyuvado nuestras vidas, nuestras creencias, nuestro trabajo, nuestras ilusiones... y hasta lo contrario. ¿Ya no nos vale? ¿Tan incómodo nos resulta cumplir con lo que se nos recomendaba o se nos exhorta? ¿Solamente son aceptables los dictados de la razón?

    Conforme avanzo hacia los dos mil caracteres, confieso que las dudas asaltan. Los deberes son embarazosos, casi siempre, a no ser que los asumamos como algo ineludible. Lo conspicuo, claro, es disfrutar de la vida en cada momento. Lo que más se admite, hoy por hoy, es la transformación de los seis noes del Decálogo, en seis síes, a voleo, al gusto de cada cual. Entonces... ¿qué hacer? Y es que Occidente ha perdido el norte.

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