Maestro, ¡levántate!

    05 may 2024 / 09:24 H.
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    Gritaba el loco torero desesperadamente mientras sonaba la banda con Manolete por bandera. Terminado el pasodoble, en ese instante en que el maestro de música da un corte brutal y definitivo al viento, al aire y a la música lanzando la batuta hacia abajo a la vez que endereza la espalda y levanta la cabeza mostrando ser la autoridad en los sonidos que el viento repartía después por las laderas del monte de Segura, el loco torero, soltaba su camisa ya parda, ya jironada en jirones de cintas desordenadas, y dejando tirado al viento en el centro de la arena, hincaba la rodilla en tierra, mirando al suelo y dejaba caer dos gotas, dos lágrimas sobre una agonía que solo él veía.

    ¡Manuel! ¡Levántate Manuel! Un día quise saber por qué hacía aquella última reverencia a los suelos de Segura, imaginando que sus lágrimas procedían de la satisfacción de haber vuelto, un año más, a ser la persona más importante, más celebrada, más querida de un pueblo en el que nadie le conocía. Me acerqué a su figura llena de manchas de barro de arena y vino. —¿Un vaso de vino “torero”? Le dije sin esperar que comprendiera la fina ironía con la que trataba de ganar su atención. —Así sea. “maestro”. Me respondió. Y los vasos fueron pasando con los años hasta que el pasado vaso en Segura, ya viejo y vestido de verde castillo, me dijo: “Abandono la locura. Vuelvo a la cordura. Te doy la alternativa”.

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