No me llames Dolores...

Llámame Lola. Así es. Cada uno merece ser llamado como desea que lo llamen. Pero esto no va de nombres propios ni de sus hipocorísticos. Tampoco va de dolores, aunque hoy sea Viernes de Dolores. Va de la insolencia, de lo presuntuoso, de lo vanidoso. Porque no somos más que nadie y la humildad debería poblar nuestros días como hojarascas en otoño. Qué nos ha pasado. Cuanto más creemos saber, más ignoramos. ¡Santos!, los que sacarán de sus templos estos días de Semana Santa. Que, de santos, nosotros, no tenemos nada. Pero creemos ser más buenos que el pan, y no precisamente el pan nuestro de cada día. Y sí, muchas veces, se hace todo según la voluntad de una persona y, como ovejas perdidas, buscamos a quién seguir. El problema radica en que podemos “descarrilarnos”, puesto que no todo el mundo va de buena fe. Lo moral y lo ético aquí entran en juego. Y no somos dioses. Solo somos una muy pequeña parte de otra mayor. Ya Machado lo expresaba bastante bien cuando decía: “Nunca perdáis el contacto con el suelo, porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura”. Y así es. Los pies en el suelo y la bondad en el corazón. Deberíamos querer ser mejores personas cada día. Eso sí que es un acto de buena fe.