No todo vale

    28 abr 2024 / 09:31 H.
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    Hubo una época siendo niño en que me daba por echar a correr en mitad de la calle imaginando, que iba subido en la bicicleta de alguno de esos ciclistas que coleccionaba en los platetes de los refrescos. Camino del Parque donde me veía con los amigos o si tocaba gestionar algún recado a casa de los abuelos, echaba de repente el turbo entre los transeúntes y poco antes de hacerme presente en el sitio indicado, apagaba la fantasía y volvía a realidad atusándome la cresta, remetiendo la camisa y limpiando con un poco de saliva el polvo de mis zapatos. Aquel comportamiento duró más de la cuenta, hasta el punto de que alguna novia afeó más de una vez que compareciera a su cita con la sístole acelerada. Curado ya de aquella inconfesable manía, lo cierto es que cuando uno se asoma, ante la amenaza que se nos cierne, a una vida democrática profundamente intoxicada por su polarización social, las argucias judiciales, la sobreactuación de su clase política y la falta criterios ideológicos que conduzcan la gestión de la Res pública por algo más que el oportunismo electoralista, dan ganas, pero muchas ganas, de subirse a aquella bicicleta imaginaria y dimitir de tanta mediocridad civil. Pero sin amagos.

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