Cristina, bonica, que te quiero

Es verdad que todo llega, pero a veces llega tarde y mal, porque reconocer la labor de alguien cuando ya no está entre nosotros, pues eso, que ha habido tiempo antes, pero con el caso que nos ocupa, el homenaje tributado por la Universidad Popular Municipal a Cristina Nestares García-Trevijano, ha llegado tarde y bien. Se me queda corto, quizá, pues alguien como ella tiene un hatillo de fiereza indomable en el trabajoso y cainita jaenero mundo de la cultura que incluso la medalla de oro de la ciudad, el título de hija adoptiva o una calle preeminente, en vida, bien pudieran ser sus compañeros de viaje ahora que el tiempo aleja sus vicisitudes de un cuarto de siglo apegada a los problemas cotidianos de nuestro Ayuntamiento. Llegó como un torbellino desde el Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez y urdió la moción de censura que aupó a Alfonso Sánchez Herrera a la Alcaldía.

Fueron desde entonces inseparables y no se entiende a Cristina sin Alfonso ni a Alfonso sin Cristina en el Patronato de Cultura y sus gloriosas puestas en escena. A los periodistas, sin excepción, nos ha querido siempre y nos ha pellizcado siempre, en lo bueno y en lo regular para ella, pero con “bonico” arte y olvido inmediato. Pero, a la vez, nos ha dado momentos memorables para la historia de Jaén como abrazarse a un árbol en el trazado del tranvía o ponerse de rodillas delante de un ministro para que le hiciera caso a Jaén, su Jaén del alma, ella granadina de nacimiento. Quien sabe si Javier Arenas la tuvo presente cuando descabalgó en Madrid a Alfonso Sánchez Herrera de la candidatura popular al Ayuntamiento y le endosó la cruz a un desconocido y tembloroso Miguel Sánchez de Alcázar, porque una buena alcaldesa hubiese sido. No voy a decir esa simpleza que escriben siempre los paniaguados ‘bienqueda’ de que nos respetamos pese a pensar distinto... Nos respetamos y punto y, es más, nos respetamos querida Cristina, porque a la gente que como tú hace cosas y no se cansa de hacer cosas hay que respetarla siempre, en todo momento y en cualquier circunstancia. Y admirarla y ponderarla y ensalzarla y, sobre todo, quererla.